miércoles, 2 de octubre de 2013

Gracias

Gracias te damos, oh Dios, gracias te damos, Pues cercano está tu nombre; Los hombres cuentan tus maravillas. - Salmos 75:1-3 –

Gracias. Que palabra tan fácil de pronunciar y tan difícil de enunciar. No voy a iluminarte y decirte como está el mundo en la actualidad, y tampoco voy a sorprenderte si te digo que esta palabra es de las menos enunciadas por las personas a día de hoy.


Pero quiero ir un poco más allá: No solo que ésta palabra no se enuncie, sino que el sentimiento de gratitud ha desaparecido. No siempre para dar las gracias hace falta enunciarlo, otras veces se demuestra con tu actitud (cargada de este sentimiento). Pero hoy en día no se ve como realmente nos gustaría.

Qué bonito sería el mundo si las personas se mostraran agradecidas en todo momento y lo expresaran constantemente. ¿Te imaginas un “Thanksgiving Day” que durase 360 días del año y se repitiera cada año? (Cuando acabes de pensar en la comida que podrías ingerir gracias a este día te invito a reflexionar en la anterior cuestión).

Día tras día, siempre GRACIAS. Yo soy de los que piensan que esta actitud es de las que mueven el mundo. DESDE LUEGO QUE SÍ. Pero también he de decirte que mis motivos de gratitud no son meramente circunstanciales. Mis motivos de gratitud no son provocados por el azar. Lo que hace que de gracias constantemente, la mayor parte del día (o al menos eso intento) es la provisión de Dios para mi vida y su amor por mi.


Déjame decirte una cosa: No necesito cosas materiales, ni convalidaciones universitarias, ni un aprobado en un examen, ni un resultado positivo de una pruebas médicas importantes para creer en la provisión de Dios. No es condicional, no por que me pasen cosas “malas” voy a dejar de pensar en esto. La provisión de Dios es contante, sea “positiva” o “negativa”.


En estas últimas semanas han sucedido cosas que han despertado en mi un sentimiento de gratitud que difícilmente puedo aplacar y evitar exteriorizarlo. Y debes de pensar: “Líneas arriba ha escrito que no le hacían falta acontecimientos positivos para dar gracias”. Y has acertado, así es.


En estas últimas semanas he visto provisión de Dios, que me ha agradado y que no me ha agradado pero ya comprenderé. Por haber tenido respuesta, me guste o no, eso se merece un GRACIAS.


Te invito a pensar en esto, a que seas agradecido, que pienses en las cosas que Dios te da y las que Dios no te concede como un motivo de gratitud.Ser consciente de los innumerables motivos que tenemos va a crear en ti un sentimiento, y eso difícilmente se puede ocultar. Eso es contagioso.


Aprende a dar gracias a Dios por lo que tienes y lo que no. Si quieres, puedo ayudarte a reflexionar en estos motivos:


-       ¿Te has levantado esta mañana?
-       ¿Has visto el sol brillar hoy? (A pesar de las nubes)
-       ¿Has llegado bien a la universidad/trabajo/instituto?
-       ¿Has vuelto con bien?
-       ¿Puedes permitirte la universidad/trabajo/instituto?
-       ¿Tienes trabajo?
-       ¿No tienes trabajo y a pesar de ello sigues adelante?
-       ¿Has podido encender la luz de tu casa?
-       ¿Estás leyendo esto?
-       ¿Tienes con quién compartirlo?
-       ¿Y con quién reír?
-       ¿Y con quién llorar?
-       ¿Estás respirando?


E infinidad de preguntas que podría hacerte. A ti, que me estás leyendo: El mayor motivo de gratitud es el AMOR y la PROVISIÓN de Dios por/para ti.

“Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias”

-       Colosenses 4:2 –

P.D: Si esto que has leído es nuevo para ti o quieres más información sobre esto te invito a mi iglesia, a las 10.30 o 12.30 que es la hora cuando hacemos los cultos (todos los domingos) en c/ Talía número 32 (Madrid), Teléfono de contacto:  917 41 30 78. 
http://iglesiacristovive.es/iglesiacristovive/

martes, 30 de abril de 2013



Abstract: El TDA-H es, a día de hoy, uno de los trastornos más presentes en el campo de la infancia, y más concretamente en el ámbito educativo, ya que el número de casos se ha incrementado por 10 en los 5 últimos años (“Trastorno de déficit de atención e hiperactividad”, s.f.). Sin embargo, el tratamiento que demanda esta enfermedad se limita, en muchos casos, a una excesiva medicación de los niños que la padecen (De La Fuente, 2008). El objetivo de este artículo no es enjuiciar o sentenciar tal medicalización, sino invitar al lector a reflexionar sobre la posibilidad de un tratamiento que combine la medicalización con psicofármacos, siempre necesaria, con una intervención psicosocial (De La Fuente, 2008).
Palabras clave: Infancia, TDA-H, Medicación, Psicofármacos, Efectos Secundarios, Alternativa, intervención.
El problema que se quiere plantear en este artículo nace de la preocupación que despierta la excesiva medicalización de los menores que padecen TDA-H o que, según el diagnóstico, lo padecen. El problema que se quiere poner de manifiesto es que la ingente cantidad de medicamentos que se dan a los niños con TDA-H genera en ellos unos efectos secundarios, en ocasiones irreversibles, que lejos de mejorar la salud del menor lo convierte en un dependiente a los psicofármacos. Los efectos secundarios pueden llegar a conseguir el fallecimiento del menor. Se quiere hacer saber al lector que el diagnóstico del TDA-H es algo serio que debe ser diagnosticado por un especialista y no por un familiar, conocido o profesor. Además, lo que se quiere trasladar al lector no es que no haya que medicar a los menores, ya que hay casos en los que se requiere de forma inminente, si no que se quiere hacer consciente al lector del riesgo de la medicalización desmedida y hacer hincapié en que una buena intervención para tratar el TDA-H necesita de una combinación entre la medicación y tratamientos psicosociales y conductuales.
Como parte de las antecedentes, este artículo se enmarca dentro de TDA-H. Para poner al lector en situación necesitaremos brevemente una descripción de esta enfermedad, describiendo sus síntomas, causas y cuál es, actualmente, su tratamiento por excelencia.
El TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad) es un trastorno en el que intervienen tanto factores genéticos como ambientales. El TDAH es un trastorno de conducta que aparece en la infancia, y que se suele empezar a diagnosticar en torno a los 7 años de edad aunque en algunos casos este diagnostico se puede realizar de una manera más precoz. Se manifiesta como un aumento de la actividad física, impulsividad y dificultad para mantener la atención en una actividad durante un periodo de tiempo continuado. Además de esto hay niños en los que se observan a su vez problemas de autoestima debidos a los síntomas propios del TDAH y que los padres no suelen asociar a dicho trastorno. A su vez, el TDAH se puede asociar con frecuencia a otros problemas, y  sus consecuencias se aprecian en distintos ambientes de la vida del niño, no solo el escolar, sino que también afecta en gran medida a las relaciones interpersonales tanto con la familia, como con otros niños y con sus educadores, siendo estas interrelaciones clave en el desarrollo del niño (Cantó, 2013).

Según la clasificación norteamericana de enfermedades psiquiátricas DSM-IV, no todas las personas que padecen TDAH tienen el mismo cuadro clínico. En algunas de ellas predominan los síntomas de TDAH de inatención, en otras los de hiperactividad e impulsividad, y en otras hay problemas tanto atencionales como de hiperactividad e impulsividad (lo que se conoce como TDAH combinado o mixto). Es decir, el TDAH se puede desglosar en varios subtipos, dependiendo de qué grupo de síntomas predominen. (Cantó, 2013)
Estas variantes son conocidas como "subtipos del TDAH". De todos ellos el más frecuente es el combinado, seguido del predominantemente hiperactivo-impulsivo. El subtipo predominantemente inatento es el menos frecuente de ellos, y se da más en niñas que en niños, frente a los otros cuadros clínicos que se detectan más en niños que en niñas. Es decir, debido a que los síntomas de inatención son más sutiles, se detectan menos y provocan que el diagnóstico de TDAH en niñas/adolescentes tarde más en realizarse o, en muchos casos, pase inadvertido (Cantó, 2013).
En cuanto a las causas, a día de hoy, la causa última (biológicamente hablando) del TDAH es desconocida. Sin embargo, de lo que cada vez se tienen más evidencias es de qué se trata de un trastorno heterogéneo, multifactorial, del cual parece improbable encontrar una única causa del TDAH. Los conceptos iniciales que lo definían como "daño cerebral mínimo" han evolucionado gracias a estudios de neurobiología y fisiopatología, neuroimagen y genética para buscar la causa del TDAH. Del mismo modo, aunque los factores psicosociales no se consideran actualmente como la principal causa del TDAH, el estudio de las disfunciones familiares existentes en niños con esta patología ha revelado que también estos factores tienen un importante papel en el desarrollo de los síntomas, en la aparición de otros problemas frecuentemente asociados al TDAH, y por lo tanto en el diseño de los tratamientos (“Trastorno de déficit de atención e hiperactividad”, s.f.).
En cualquier caso, debe descartarse como origen o causa del TDAH a los padres del niño o sus métodos educativos. Las explicaciones centradas en la inexistencia del TDAH y su justificación mediante la culpabilización de los padres deben ser descartadas de una vez por todas como causa del TDAH, señalando además que en demasiadas ocasiones han llevado a diagnósticos tardíos, lo que conlleva una peor respuesta al tratamiento. No hablamos de un problema social ni de mala educación, ni de características particulares de ciertos niños a los que "se le van a pasar con la edad", sino de un trastorno concreto, con características clínicas y que en la actualidad  se puede tratar adecuadamente mediante un abordaje adecuado. (Cantó, 2013)
Es decir, aunque de momento no existe un solo concepto que podamos señalar como causa del TDAH, las evidencias de que se trata de un problema neurobiológico, con una heredabilidad muy alta y sobre el que los datos de neuroimagen y genética cada vez están aportando mayor información, hacen que no se pueda considerar como la causa del TDAH una mala educación de los niños o el haber crecido en un ambiente inadecuado (“Trastorno de déficit de atención”, s.f.).
Como causa genética podemos indicar que el coeficiente de heredabilidad del TDAH es de 0,76, esto quiere decir que si un niño tiene TDAH, el 76% de la causa de TDAH es genética, es decir, no significa que si los padres tiene TDAH, exista un 76% de probabilidad de que su hijo tenga TDAH. Los factores genéticos en el TDAH se han demostrado en los estudios familiares realizados con muestras clínicas que han encontrado entre los padres de niños con TDAH un riesgo entre 2 y 8 veces superior al de la población normal de padecer ellos mismos el trastorno. Recíprocamente, el riesgo calculado para un niño de sufrir el trastorno si uno de los padres lo padece es del 57%. En los estudios de adopción, los hermanos no biológicos de niños con TDAH tienen menos riesgo de presentar el trastorno que los hermanos biológicos. Los estudios de gemelos señalan una concordancia del trastorno del 50% al 80% en gemelos idénticos frente a un 29-33% en gemelos no idénticos. Con estos datos podemos observar la relación existente entre genética y TDAH y señalar, por tanto, la genética como una de las causas del TDAH. (Cantó, 2013)
Así, parece que gran parte de la varianza del rasgo hiperactividad-impulsividad (70-90%) se debe a causas genéticas del TDAH, pudiendo incrementarse dicha contribución cuanto más extrema sea la manifestación clínica de dicho rasgo. Los estudios de genética molecular han relacionado el trastorno fundamentalmente con varios genes en diferentes cromosomas y sus variaciones en el número de copias, por lo que se puede decir que una de las principales causas del TDAH es la genética (Banús, 2013).


Tal y como cita Tomás J. Cantó (2013), los síntomas principales son:
•No atiende a los detalles, comete errores. 
• Tiene dificultad para mantener la atención en las actividades que está realizando.
• Parece que no escucha “ensimismamiento”.
• No sigue instrucciones, no termina las tareas. 
• Tiene dificultad para organizarse.
• Evita tareas que requieren esfuerzo de concentración continuado.
• Olvida y pierde cosas necesarias para su actividad.
• Se distrae fácilmente con estímulos externos.
• Se olvida de las tareas diarias.
Además debemos de tener en cuenta que se pueden presentar síntomas de TDAH combinado, es decir, de hiperactividad-impulsividad y de falta de atención. En resumen, los síntomas de TDAH tienen que ser múltiples, en diversos ámbitos y que supongan una pérdida de funcionalidad de la persona para que se pueda realizar un diagnóstico de TDAH (“Trastorno de déficit de atención”, s.f.).
La mayoría de los casos de TDAH se diagnostican durante los primeros años escolares. Los niños a quienes se les diagnostica TDAH presentan síntomas que afectan su capacidad de comportarse como otros niños de la misma edad. Esos síntomas deben durar al menos 6 meses para que se pueda diagnosticar el TDAH (“TDAH: Guía de tratamiento para padres”, s.f.).
El tratamiento del TDAH con mayor aval científico incluye fármacos, reeducación pedagógica y entrenamiento a padres en el manejo de los comportamientos alterados de su hijo. Estos tres aspectos siempre se adaptan a las características del paciente, de forma que al final es un "traje a medida". Además de esto se debe proceder a evaluar por parte del profesional el tratamiento del TDAH realizando los cambios necesarios para que la adaptación al paciente sea perfecta o lo más próximo a ella, ya que cada paciente presenta unos síntomas y en un grado diferente. O al menos, debería ser así (Cantó, 2013).
Tras esta introducción y contextualización del TDA-H pasaremos a la argumentación de por qué no se debe emplear la medicación como único, y recalcamos único, recurso. A continuación se darán tres razones por las que no se debe medicar el TDA-H en exceso:
1.     El diagnóstico del TDAH es incierto. Con frecuencia escuchamos que: “Hay que hacer un buen diagnóstico, con todas las pruebas y exámenes neurológicos correspondientes para que haya certeza y el diagnóstico sea fiable”. Hasta este momento, no existe ninguna prueba ni neurológica, ni endocrina, ni un estudio de imágenes, ni un examen de laboratorio que nos confirme que un niño (ni un adulto) tiene TDA-H al cien por cien. Ante un diagnóstico incierto y confuso no se debe optar por medicar a los niños sin probar antes otras alternativas.

2.
 En segundo lugar están los posibles efectos secundarios. Respecto a la Atomoxetina, el laboratorio que la produce señala que 4 de cada 1.000 niños que ingieren esta droga puede llegar a tener ideas suicidas. A consulta psicológica llegan niños con ideas suicidas o con rasgos de depresión generados por este medicamento. También puede provocar náuseas, reducción del apetito y pérdida de peso. Algunos niños se quejan de mareos o irritabilidad leve durante el día cuando toman este medicamento; sin embargo, por lo general estos efectos secundarios desaparecen luego del primer mes de tratamiento. Con el Metilfenidato que es una de las drogas más utilizadas en el tratamiento del TDAH ocurre que es una anfetamina, fármaco potencialmente adictivo. Todos los fármacos utilizados para el TDA además, pueden producir otros efectos secundarios como dolor de estómago, inapetencia, trastornos en el crecimiento, tics,etc.

3.
 Existen terapias alternativas que pueden brindar amplios beneficios a los niños con TDA, entendiendo por Terapias Alternativas todas aquellas intervenciones que, a través de agentes primarios no químicos pretenden mejorar la calidad de vida de personas tanto sanas como con algún diagnóstico de disfuncionalidad. Entre estas terapias pueden señalarse: bioterapia, reeducación conductual, terapia cognitivo-conductual, terapia visual, terapia auditiva, terapia de reorganización neurológica, etc. Cada niño recibirá la terapia correspondiente de acuerdo a los resultados de la evaluación psicológica practicada.
Las terapias alternativas funcionan. Antes de empezar a tratar a un niño es indispensable practicar una evaluación psicológica exhaustiva que refleje las áreas de disfuncionalidad y/o inmadurez del niño, y sobre esa base se sugerirán cuáles son las terapias correspondientes (
Cardo & Servera, 2008).

Sólo el 15% de los que padecen este trastorno están diagnosticados. Pero no todos los niños que se “mueven mucho” lo son. Mientras unos especialistas recomiendan que se les medique, otros aseguran que a menudo la solución está en la familia, en cambiar costumbres. En el otro lado están los padres, temen el efecto rebote del tratamiento o que se habitúen a él. Aún así, el diagnóstico se hace tarde, al final de educación primaria o en la explosión de la adolescencia, cuando el fracaso escolar ha hecho su aparición y la autoestima se tambalea. El TDAH es lo que hace años se denominaba disfunción cerebral mínima y afecta a cerca del 6% de la población infantil (los adultos también lo sufren, pero no lo manifiestan de un modo tan evidente). Hace unas décadas, los casos leves sólo merecían la etiqueta de traviesos o torpes. Hoy se ha convertido en un problema prevalente en las consultas de neurología infantil. En algunos casos el niño lo pasa mal en el colegio, tanto en el aula como con sus compañeros, y se ve estigmatizado. No todo niño movido sufre hiperactividad. Hay niños considerados vagos y metepatas que sí lo son sin saberlo. Al igual que hay chavales diagnosticados que no siempre reciben medicación. Sus padres se resisten a darles la pastilla (De La Fuente, 2008).
El diagnóstico requiere una labor de interpretación. No hay que precipitarse. Pero si la medicación ayuda al pequeño a estar mejor en su entorno escolar y social no hay discusión. Los niños no tienen por qué ser valientes y superar sus problemas solos. La medicación empleada para el TDAH no tiene como misión relajar a estos niños, sino ayudarles a centrar su atención y a controlar su impulsividad. El metilfenidato (un derivado anfetamínico) incrementa la disponibilidad de la dopamina, un neurotransmisor relacionado con la concentración y el aprendizaje. Se piensa, además, que los psicoestimulantes actúan de un modo distinto en los hiperactivos y no potencian en ellos la excitabilidad, sino la concentración. En este sentido, las bebidas de cola y el café, sin excesos, se consideran ocasionales ayudas (De La Fuente, 2008).
La medicación, por sí sola, no basta. Debe completarse con un tratamiento psicológico basado en técnicas cognitivo-conductuales, que incluye pautas a padres y a colegios para facilitar el aprendizaje de autocontrol que necesitan estos niños. Se ha demostrado que los tratamientos psicosociales (o conductuales) por sí solos, como la orientación social o las terapias individuales, no son tan efectivos como los medicamentos para el tratamiento de los síntomas principales del TDAH. Sin embargo, se puede recomendar un tratamiento conductual por sí solo como tratamiento inicial si los síntomas del TDAH son leves, si el diagnóstico del TDAH es incierto o si los familiares prefieren este tipo de tratamiento (“TDAH: Guía de tratamiento para padres”, s.f.).
Ya sea que su hijo tome o no medicamentos, los tratamientos conductuales pueden ayudar a controlar los síntomas del TDAH y reducir sus efectos sobre el niño. Un estudio demostró que es posible reducir la dosis de medicamentos si la terapia conductual funciona. Para muchos padres, la mejor manera de aprender cómo usar esas técnicas es trabajar con un terapeuta que tenga experiencia en problemas de conducta. La mayoría de los médicos recomiendan que los padres y los tutores asistan a clases para padres, especialmente las que se concentran en el control de los niños que padecen TDAH (De La Fuente, 2008).
Los padres deben convertirse en expertos en el tema y aprender estrategias para reducir la impulsividad y ayudarles a aumentar la atención. Podría decirse que "los fármacos serían el abono, y la intervención psicopedagógica, la labor de siembra" (De La Fuente, 2008).
La teoría es ésa, pero hay padres que se atormentan y dudan si sus hijos serán de verdad hiperactivos. Temen, además, que la medicación genere adicción y temen que sus hijos se acostumbren a apoyarse en “muletas” químicas desde edades tan tempranas (“TDAH: Guía de tratamiento para padres”, s.f.).
Para finalizar este artículo se plasmarán las conclusiones que se pueden deducir de la lectura y que se invita al lector tome en consideración:
-       El diagnóstico debe ser hecho por un profesional ya que no toda conducta disonante es causa del TDA-H. De serlo, es el profesional (médico-psiquiatra) el que debe valorar el grado de este trastorno antes de tomar cualquier medida, implique medicación o no.
-       La medicalización del menor por TDA-H, diagnosticado o no, es un riesgo ya que es una medicación muy agresiva para un huésped tan pequeño como es un niño. Los medicamentos que se usan vienen derivados de las anfetaminas, lo que puede provocar, en el menor, efectos secundarios muchas veces irreversibles.
-       Hay más alternativas a la medicación. No se pretende defender la nula medicalización en el tratamiento del TDA-H, ya que hay casos que es el único remedio.
-       La medicación, sin excesos, es imprescindible para el tratamiento del TDAH pero el tratamiento eficaz y efectivo de este trastorno debe combinar una medida medicación con una intervención psicológica y conductual. De esa forma, la intervención será doblemente efectiva.

Bibliografía
American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, & American Psychiatric
Association, (s.f.). TDAH: Guía de tratamiento para padres, 18.
Banús, S. (2013). Psicodiagnosis.es: Psicología infantil y juvenil. TDAF. Extraído el 18
de Marzo de 2013 desde http://www.psicodiagnosis.es/areaclinica/trastornosde
conducta/trastornodeficitatencionconhiperactividad/default.php
Cantó, J. T. (2013). TDAH: Un problema que afecta al niño y a su entorno durante todo
el día. Extraído el 18 de Marzo de 2013 desde http://www.trastornohiperactivi
dad.com/que-es-tdah
Cardo, E., & Servera, M. (2008). Trastorno por déficit de atención/hiperactividad:
estado de la cuestión y futuras líneas de investigación. FAROS Sant Joan de
Déu. Extraído el 20 de Marzo de 2013 desde http://www.faroshsjd.net/adjuntos/
130.1-tdha.pdf
Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos, Instituto Nacional
de Salud Mental. (s.f.). Trastorno de déficit de atención e hiperactividad. Extraído el 19 de Marzo de 2013 desde http://www.nimh.nih.gov/health/publi
cations/espanol/trastorno-de-d-ficit-de-atenci-n-e-hiperactividad/adhd_book
let_spanish_cl508.pdf
De La Fuente, I. (2008, Enero 08). Niños condenados a ser perfectos. El País. Extraído
el 19 de Marzo de 2013 desde http://elpais.com/diario/2008/01/08/sociedad/11
99746801_850215.html



























martes, 11 de septiembre de 2012

CONTAGIO


Después de un verano intenso y una vez ya instalada en la desesperante pero añorada rutina, tengo en la mente algo que no deja de taladrarme el coco.
¿Cuántas veces hemos oído que somos la generación del futuro? ¿Has oído es de “vosotros vais a marcar una diferencia”?  Y lo que quiero preguntarte yo es: ¿has visto cumplida alguna de esas expectativas que la gente tiene sobre nosotros?

Lo mismo no te importa, pero te voy a dar mi opinión. Cada vez más el compromiso del joven cristiano se va “adaptando” a lo que el entorno marca. Esto quiere decir que muchas veces relativizamos nuestras convicciones para no desentonar dentro del mundo secular, y por desgracia, poco a poco este “adapte”, estas conductas se ven reproducidas se dentro del mundo cristiano.

Si, ya lo sé, esto que estoy escribiendo no es nuevo, ya lo has oído/leído varias veces. No lo discuto. Pero, ¿has hecho algo para remediarlo? ¿No eres tú el encargado de marcar la diferencia dentro de tu círculo? ¿En la sociedad? ¿Crees que la sociedad actual no necesita de tus convicciones? ¿De tu fe?
Hagamos TODOS, y me incluyo, un acto de reflexión personal y pensar si de verdad estamos honrando y bendiciendo el nombre de aquel en el que hemos depositado nuestra plena confianza. ¿Lo estás haciendo? Perfecto. ¿No lo estás haciendo? Pues creo que es hora de hacerlo.

A mí, cuando una persona me suelta “tú formas parte de la generación que va a cambiar este país” me da mucha rabia. Yo no quiero ser el que va a cambiar este país, yo quiero ser el que ya lo está cambiando. No quiero formar parte de esa generación futura que va a conseguir todo, yo quiero pelearlo ya, ahora, hoy mismo, en cuanto deje de escribir esto. ¿No crees que debería ser el anhelo de todos?

¡Pongamos las pilas! Las herramientas las tenemos. ¿Cómo marcar la diferencia? Una buena base bíblica, una obediencia extrema y una búsqueda ferviente de la voluntad de Dios. Esto va a repercutir en tu conducta y los demás lo van a ver. Por favor, no pienses que escribo esto porque he conseguido un dominio de lo que he citado antes. Ni mucho menos. Hablo desde la humildad de no haberla alcanzado todavía. Esto que escribo lo deseo para ti y en especial para mí.

Tenemos por delante un curso lleno de posibilidades de hacer grandes cosas para Dios, grandes cosas para esta sociedad que necesita de Él.

No te contagies de tu alrededor, contagia a los demás.

martes, 3 de enero de 2012

Una decisión, una consecuencia y una recompensa

Me es muy difícil recordad aquél día, sólo tengo imágenes sueltas, momentos claves, ya que fue hace ya bastante tiempo. A la edad de 8 años me encontraba en un mini retiro con los niños/adolescentes de la Iglesia General Lacy en Pinos Reales, ese sitio que creo que todo creyente de España conoce.

En una de las charlas que daba mi padre (recuerdo nítido) hizo un llamado con una exposición sencilla del evangelio como preámbulo al llamado. Debía de ser sencilla porque en cuestiones teológicas profundas, niños de 8 años es difícil que entren. Me recuerdo levantando la mano, junto a mí estaban mis mejores amigos, Marcos y David, que hoy día siguen respondiendo a ese llamado. Aquél día acepté al Señor como Salvador. Una decisión sencilla e importante.

Como casi todo lo que escribo nace una preocupación, una conversación con alguien, etc., voy a contaros. He pasado dos semanas horribles. Por instantes me sentía totalmente ajeno a lo que Dios quería para mí. En determinados momentos me sentía incrédulo, ¿esto merece la pena? No conseguía entender por qué me sentía así, por qué no me apetecía orar…

Hoy he encontrado la explicación, por mi propio pecado. Pero no es en eso en lo que me quiero centrar. ¿Cómo pude dudar? ¿Me he vuelto más incrédulo que cuando tenía 8 años? ¿Qué pasa? Después de tanto pensar, inútilmente, hablé con mi padre. Me aconsejó un capítulo de un libro para nuevos cristianos que sienten preocupación por esa DECISIÓN. Dios me habló, y muy claro.

Que tú no te sientas hijo, no significa que Dios deje ser padre. Es absurdo pensar que Dios va a dejarte, ha prometido que no lo hará:

“No temas porque yo estoy contigo; no desmayes porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré siempre te sustentaré con la diestra de mi.”
- Isaías 41:10 –


Como consecuencia de aquella decisión que tomé a los 8 años, el Señor me colmó de sus promesas y con ellas puedo disfrutar de una gran recompensa, la salvación. Si, es verdad, hay momentos en los que estás arriba, y momentos en los que estás abajo, pero quiero animarte diciéndote que el Señor es experto en levantar al caído, en dar consuelo, en dar fuerzas al que se siente débil y en hacer recordar que pase lo que pase, Él sigue siendo padre, independientemente de la clase de hijos que seamos.

Hemos sido sellados e incondicionalmente amados desde antes de todo.

“En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,…”
– Efesios 1:13 -


Hoy puedo decir que no me arrepiento de la decisión que tomé.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Cuando una puerta se cierra, otra se abre

En estas últimas semanas han pasado muchas cosas en mi vida. He podido disfrutar de eventos increíbles (como una campaña evangelística en Cambridge con mi gran amigo Rubén Bores y mi paciente y querido hermano Ismael Buch), he podido conocer a gente que de alguna manera ha marcado mi carácter y ha regalado nuevas perspectivas a la hora de enfrentarme a diferentes situaciones, pero sobre todo he podido ver como Dios ha estado cerca de mí. No lo digo por decir, no pretendo llenar esta reflexión de “tópicos”, lo digo porque he podido ver muy de cerca como Dios ha estado actuando en mi vida.

Tras la campaña de Cambridge, varias áreas de mi vida fueron tocadas y al aterrizar de nuevo en la rutina madrileña, que me persigue día a día, muchos de esos cambios trajeron nuevas incógnitas y expectativas, cosa que no me preocupaba ya que confiaba en que Dios iría contestando. Durante ese periodo de espera para ver mis oraciones contestadas yo decía una y otra vez en oración: “Tengo paz porque va a venir de ti y no me importa si es algo que yo quiero con tal de que sea lo que tú quieras para mí”. Y así ha sido hasta hace unos días.

Oré por dirección académica (si debía estudiar o no un máster para ampliar mi formación) y vi claro que debía continuar mi formación a pesar del coste que supone un máster (4.000€ concretamente). Necesitaba el dinero y oré para que Dios me mostrara como pagar todo ese dinero o me enseñara que debía hacer mientras estudiaba, y me regaló un trabajo como Trabajador Social en una asociación cristiana (QUE GRANDE ES EL SEÑOR)(Y aun que no me lo hubiera dado también lo pensaría). Pero referente a otro motivo/asunto que puse en oración recibí una contestación que no quería y entonces llegó el batacazo. Es raro, me sentí muy frustrado, justo la cosa en la que había puesto más ilusión es la única que no sale conforme yo quería. No sólo frustrado sino dolido. Que sensación más extraña, un autentico duelo entre lo emocional y lo espiritual. Estas últimas semanas de mi boca solo ha salido frases como: “Dios proveerá”, “Si Dios no quiere yo lo aceptaré sin problemas”. Evidentemente, lo que Dios no quiso me afectó, pero el otro día, haciendo un devocional, topé con un texto que nunca había leído.

2ª Reyes 5: 1-14 habla sobre la historia de Naamán y de cómo espera recibir una cosa que luego no era como él esperaba. El profeta le explica que debe hacer para sanar su lepra pero él se va triste porque no era como él esperaba. ¿Por qué triste? ¿No vas a sanar? ¿Qué más quieres?

Muchas veces nos encontramos en situaciones en las que nos confronta nuestros propios deseos y ambiciones. Muchas veces lo que queremos no es lo que Dios quiere para nosotros. A mi modo de ver, Dios no se encapricha diciendo “esto para ti, esto para ti no”. Es mucho más que eso. Debemos estar firmes y alegres porque Dios está contestando y abriendo y cerrando puertas para que nosotros andemos con facilidad. Ya sea un trabajo, una operación, cualquier cosa, todo tiene un propósito y Dios lo hace porque es lo mejor para nosotros. No seamos como Naamán y nos enfademos porque no obtenemos lo que merecemos. Es verdad, somos humanos, no sé si por suerte o por desgracia, y es imposible negar que muchas veces nuestras emociones/sentimientos nos martirizan, es imposible ignorar que algo sucede. Pero debemos pensar que hay un propósito para cada cosa que ocurre. ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a ignorar lo que Dios te está mostrando? (2ª Reyes 5:13).

Adéntrate en lo más profundo del camino que Dios quiere para ti. Vale, no siempre es como nos gusta, pero espero animarte cuando te digo que es momentáneo, porque Dios cierra una puerta y abre otra. Sumérgete y bucea en las aguas que Dios quiere para ti y no te ahogues en tus propias emociones. (2ª Reyes 5:14)

Puede que pienses que escribo esto porque he alcanzado esa etapa en que cuando se cierra una puerta no importa en absoluto, pues te equivocas amigo. A veces, uno debe de escribir y leerlo para empezar a tomar conciencia de eso.

Bendiciones gente

domingo, 22 de mayo de 2011

Vive la oración

Llevo mucho tiempo sin escribir, no es por falta de ideas ni tampoco porque no me pase nada por la cabeza, sino por falta de tiempo. Pero llevo un tiempo pensando en tantas cosas que no podría expresarlas del todo bien escribiéndolas. Siendo esto así, y viendo el día a día lo que pasa en el mundo, me nace la necesidad de escribir sobre esto.

Estos días atrás he estado leyendo un libro (el cual aún no he acabado) titulado Fuego Vivo, Viento Fresco. Este libro me ha hecho reflexionar a cerca de la oración pero, sobre todo, a cerca de la relevancia que tenemos como cristianos en la sociedad actual. Este libro habla sobre el crecimiento de la Iglesia del pastor y autor del libro, y me impresiona leer como Dios hace grandes cosas cuando hay grandes convicciones. Quiero recalcar, cuando digo convicciones, que este término tiene su gran significado, aun que se lo otorgue yo, en la parte que corresponde a aplicación diaria. Me explico. Si tienes unas convicciones firmes es de recibo que apliques lo que crees y defiendes a tu vida. ¿Somos hipócritas al defender algo que no creemos pero que no vivimos?

No quiero encaminar esta reflexión hacia el testimonio a los demás etc., quiero orientarlo a creer y vivir lo que Dios hace por tí y por mí. Las promesas de Dios serán cumplidas, por eso son promesas.

Quiero sólo dejar una cosa clara: Dios hace más de lo que creemos. Cuando escribo esto, no lo hago desde la experiencia ya que no he alcanzado el concepto que quiero trasmitir. Si creemos que Dios puede proveer, CREE que lo hará, porque lo hará. Dios se goza en la oración de su pueblo, pero una oración con fe, y no una oración que deja entrever la posibilidad de que Dios lo hará o alomejor no lo hará. A veces oramos como auto convenciéndonos y pidiendo con mucha simpleza pensando en que como alomejor no lo hace, la oración que proclame será más como un enunciado protocolario, si viene pues genial, sino pues nada.

OJO! No digo que todo lo que pidas Dios te lo concederá porque su voluntad es perfecta y no siempre es de nuestro agrado. Pero una oración de fe es poderosa, y Dios proveerá. Que Dios te conceda las peticiones no depende de ti, sino de Él. Mientras tanto, muéstrate ante Él pensando no en que puede hacer, sino en que lo HARÁ, siempre conforme a su voluntad.

Vive tu fe por medio de la oración.

Que Dios os bendiga


lunes, 8 de febrero de 2010

La piedra que debes quitar

Parece increible la forma que tiene Dios para quebrantar tu corazón cuando menos lo buscas. Un poco de eso es lo que ha hecho Dios en mi la pasada reunión de REFUGIO que hacemos los jóvenes. Comenzamos la reunión con el texto de Juan 11: 17-44, texto el cual giraría toda la reunión. Comenzamos a leerlo y yo sentía en mi interior que este texto es verdaderamente FLIPANTE en el sentido de que es uno de los milagros más increíbles del Señor. Y yo siendo un chico bastante “empírico” por así decirlo me es muy difícil interiorizar la resurrección de un hombre. Pero Dios moldea mi corazón siempre, y si Dios ha cambiado mi vida, ¿que no ha podido hacer su hijo cuando yo ni existía? Ahora pienso que Dios hace siempre, y lo hace ha conciencia para probar nuestros corazones.

De este texto he podido desvelar dos puntos que están latentes, o por lo menos, es lo que Dios me ha hecho interpretar, y me ha hecho tanto bien que por eso lo escribo.

El primer punto que se ve aquí es la fe. Una fe verdaderamente agarrada a Jesús. Para mí, en momentos de dificultad, como por ejemplo la muerte de un ser querido, me resultaría muy difícil concentrarme en factores externos que no tuvieran que ver con mi propio dolor. Pero Marta y María, creo que son verdaderas seguidoras de Jesús que aún muerto su hermano, creen y saben que Jesús puede hacer lo más impensable del mundo.

Es curioso y hay que fijarse, como Marta y María se parecen a nosotros en cuanto a bajones de fe se refieren. Me resulta curioso cuando en el versículo 27 Marta dice: “Sí Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo;” y a pocos versiculos más abajo se ve como le dice en el versículo 39: “Señor, hiede ya, que es de cuatro días”. Que flipe, hacía escasos momentos reconocía al hijo de Dios y poco después infravalora su poder. La contestación de Jesús es increíble (vr. 40): “¿No te he dicho que, si creyeres, verás la gloria de Dios?”

Es algo sorprendente, y muchas veces nos ocurre que aún sabiendo dalante de quien estamos, dudamos de su poder, y muchas veces eso nos pone trabas en nuestra vida espiritual. La Piedra que dice Jesús que retiren del sepulcro yo la comparo con nuestras trabas para ver obrar a nuestro Señor, si no quitamos la roca, las trabas, las dudas, no podremos ver lo que Dios tiene preparado para nosotros. Y esto me lleva al segundo punto.

Dios tiene cosas preparadas para nosotros y nosotros no somos los que elegimos cuando queremos verlas, y en este texto tenemos un claro ejemplo de la temporalidad de la obra de Dios. En los versículos 21 y 32 vemos como ambas mujeres le dicen a Jesús que si hubiera estado antes, no habría muerto. Jesús no era ajeno a esto, Jesús llevaba en esa tierra varios días y decidió quedarse unos días más, ¿de veras alguien cree que Jesús no sabía nada de lo que iba a pasar? Jesús conocía esta situación, pero todo, absolutamente todo, tiene su tiempo y el Señor necesita probarnos para luego sorprendernos como hace siempre.

De modo que Dios da a cada cual su momento de bendición cuando menos creemos que la va a hacer, cuando más lo necesitamos y más pueda sorprendernos para que nos gocemos de su poder. Si Dios nos diera las cosas con nada más pedirlas, nuestra relación espiritual sería un mero trámite, y no siempre tiene porque dárnoslas.

Dios tiene preparado para nosotros cosas increíbles, sólo tenemos que quitar la “piedra” que nos impida ver su mano obrar, y dar tiempo al Señor, para que él decida cuando es el mejor momento de tocarnos y poder regocijarnos en su poder. Hoy conmigo lo ha hecho, tengo una carga menos, he sentido el perdón de Dios y mi corazón se ha quebrantado para él. Dios me ha habló es esa tarde, y a partir de ahí, después de notar como quitaba mi carga, yo tomaré cartas en el asunto, y quitaré mi piedra del sepulcro.

¿Y tú? ¿Aún sigue tu piedra puesta en tu sepulcro?