martes, 30 de abril de 2013



Abstract: El TDA-H es, a día de hoy, uno de los trastornos más presentes en el campo de la infancia, y más concretamente en el ámbito educativo, ya que el número de casos se ha incrementado por 10 en los 5 últimos años (“Trastorno de déficit de atención e hiperactividad”, s.f.). Sin embargo, el tratamiento que demanda esta enfermedad se limita, en muchos casos, a una excesiva medicación de los niños que la padecen (De La Fuente, 2008). El objetivo de este artículo no es enjuiciar o sentenciar tal medicalización, sino invitar al lector a reflexionar sobre la posibilidad de un tratamiento que combine la medicalización con psicofármacos, siempre necesaria, con una intervención psicosocial (De La Fuente, 2008).
Palabras clave: Infancia, TDA-H, Medicación, Psicofármacos, Efectos Secundarios, Alternativa, intervención.
El problema que se quiere plantear en este artículo nace de la preocupación que despierta la excesiva medicalización de los menores que padecen TDA-H o que, según el diagnóstico, lo padecen. El problema que se quiere poner de manifiesto es que la ingente cantidad de medicamentos que se dan a los niños con TDA-H genera en ellos unos efectos secundarios, en ocasiones irreversibles, que lejos de mejorar la salud del menor lo convierte en un dependiente a los psicofármacos. Los efectos secundarios pueden llegar a conseguir el fallecimiento del menor. Se quiere hacer saber al lector que el diagnóstico del TDA-H es algo serio que debe ser diagnosticado por un especialista y no por un familiar, conocido o profesor. Además, lo que se quiere trasladar al lector no es que no haya que medicar a los menores, ya que hay casos en los que se requiere de forma inminente, si no que se quiere hacer consciente al lector del riesgo de la medicalización desmedida y hacer hincapié en que una buena intervención para tratar el TDA-H necesita de una combinación entre la medicación y tratamientos psicosociales y conductuales.
Como parte de las antecedentes, este artículo se enmarca dentro de TDA-H. Para poner al lector en situación necesitaremos brevemente una descripción de esta enfermedad, describiendo sus síntomas, causas y cuál es, actualmente, su tratamiento por excelencia.
El TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad) es un trastorno en el que intervienen tanto factores genéticos como ambientales. El TDAH es un trastorno de conducta que aparece en la infancia, y que se suele empezar a diagnosticar en torno a los 7 años de edad aunque en algunos casos este diagnostico se puede realizar de una manera más precoz. Se manifiesta como un aumento de la actividad física, impulsividad y dificultad para mantener la atención en una actividad durante un periodo de tiempo continuado. Además de esto hay niños en los que se observan a su vez problemas de autoestima debidos a los síntomas propios del TDAH y que los padres no suelen asociar a dicho trastorno. A su vez, el TDAH se puede asociar con frecuencia a otros problemas, y  sus consecuencias se aprecian en distintos ambientes de la vida del niño, no solo el escolar, sino que también afecta en gran medida a las relaciones interpersonales tanto con la familia, como con otros niños y con sus educadores, siendo estas interrelaciones clave en el desarrollo del niño (Cantó, 2013).

Según la clasificación norteamericana de enfermedades psiquiátricas DSM-IV, no todas las personas que padecen TDAH tienen el mismo cuadro clínico. En algunas de ellas predominan los síntomas de TDAH de inatención, en otras los de hiperactividad e impulsividad, y en otras hay problemas tanto atencionales como de hiperactividad e impulsividad (lo que se conoce como TDAH combinado o mixto). Es decir, el TDAH se puede desglosar en varios subtipos, dependiendo de qué grupo de síntomas predominen. (Cantó, 2013)
Estas variantes son conocidas como "subtipos del TDAH". De todos ellos el más frecuente es el combinado, seguido del predominantemente hiperactivo-impulsivo. El subtipo predominantemente inatento es el menos frecuente de ellos, y se da más en niñas que en niños, frente a los otros cuadros clínicos que se detectan más en niños que en niñas. Es decir, debido a que los síntomas de inatención son más sutiles, se detectan menos y provocan que el diagnóstico de TDAH en niñas/adolescentes tarde más en realizarse o, en muchos casos, pase inadvertido (Cantó, 2013).
En cuanto a las causas, a día de hoy, la causa última (biológicamente hablando) del TDAH es desconocida. Sin embargo, de lo que cada vez se tienen más evidencias es de qué se trata de un trastorno heterogéneo, multifactorial, del cual parece improbable encontrar una única causa del TDAH. Los conceptos iniciales que lo definían como "daño cerebral mínimo" han evolucionado gracias a estudios de neurobiología y fisiopatología, neuroimagen y genética para buscar la causa del TDAH. Del mismo modo, aunque los factores psicosociales no se consideran actualmente como la principal causa del TDAH, el estudio de las disfunciones familiares existentes en niños con esta patología ha revelado que también estos factores tienen un importante papel en el desarrollo de los síntomas, en la aparición de otros problemas frecuentemente asociados al TDAH, y por lo tanto en el diseño de los tratamientos (“Trastorno de déficit de atención e hiperactividad”, s.f.).
En cualquier caso, debe descartarse como origen o causa del TDAH a los padres del niño o sus métodos educativos. Las explicaciones centradas en la inexistencia del TDAH y su justificación mediante la culpabilización de los padres deben ser descartadas de una vez por todas como causa del TDAH, señalando además que en demasiadas ocasiones han llevado a diagnósticos tardíos, lo que conlleva una peor respuesta al tratamiento. No hablamos de un problema social ni de mala educación, ni de características particulares de ciertos niños a los que "se le van a pasar con la edad", sino de un trastorno concreto, con características clínicas y que en la actualidad  se puede tratar adecuadamente mediante un abordaje adecuado. (Cantó, 2013)
Es decir, aunque de momento no existe un solo concepto que podamos señalar como causa del TDAH, las evidencias de que se trata de un problema neurobiológico, con una heredabilidad muy alta y sobre el que los datos de neuroimagen y genética cada vez están aportando mayor información, hacen que no se pueda considerar como la causa del TDAH una mala educación de los niños o el haber crecido en un ambiente inadecuado (“Trastorno de déficit de atención”, s.f.).
Como causa genética podemos indicar que el coeficiente de heredabilidad del TDAH es de 0,76, esto quiere decir que si un niño tiene TDAH, el 76% de la causa de TDAH es genética, es decir, no significa que si los padres tiene TDAH, exista un 76% de probabilidad de que su hijo tenga TDAH. Los factores genéticos en el TDAH se han demostrado en los estudios familiares realizados con muestras clínicas que han encontrado entre los padres de niños con TDAH un riesgo entre 2 y 8 veces superior al de la población normal de padecer ellos mismos el trastorno. Recíprocamente, el riesgo calculado para un niño de sufrir el trastorno si uno de los padres lo padece es del 57%. En los estudios de adopción, los hermanos no biológicos de niños con TDAH tienen menos riesgo de presentar el trastorno que los hermanos biológicos. Los estudios de gemelos señalan una concordancia del trastorno del 50% al 80% en gemelos idénticos frente a un 29-33% en gemelos no idénticos. Con estos datos podemos observar la relación existente entre genética y TDAH y señalar, por tanto, la genética como una de las causas del TDAH. (Cantó, 2013)
Así, parece que gran parte de la varianza del rasgo hiperactividad-impulsividad (70-90%) se debe a causas genéticas del TDAH, pudiendo incrementarse dicha contribución cuanto más extrema sea la manifestación clínica de dicho rasgo. Los estudios de genética molecular han relacionado el trastorno fundamentalmente con varios genes en diferentes cromosomas y sus variaciones en el número de copias, por lo que se puede decir que una de las principales causas del TDAH es la genética (Banús, 2013).


Tal y como cita Tomás J. Cantó (2013), los síntomas principales son:
•No atiende a los detalles, comete errores. 
• Tiene dificultad para mantener la atención en las actividades que está realizando.
• Parece que no escucha “ensimismamiento”.
• No sigue instrucciones, no termina las tareas. 
• Tiene dificultad para organizarse.
• Evita tareas que requieren esfuerzo de concentración continuado.
• Olvida y pierde cosas necesarias para su actividad.
• Se distrae fácilmente con estímulos externos.
• Se olvida de las tareas diarias.
Además debemos de tener en cuenta que se pueden presentar síntomas de TDAH combinado, es decir, de hiperactividad-impulsividad y de falta de atención. En resumen, los síntomas de TDAH tienen que ser múltiples, en diversos ámbitos y que supongan una pérdida de funcionalidad de la persona para que se pueda realizar un diagnóstico de TDAH (“Trastorno de déficit de atención”, s.f.).
La mayoría de los casos de TDAH se diagnostican durante los primeros años escolares. Los niños a quienes se les diagnostica TDAH presentan síntomas que afectan su capacidad de comportarse como otros niños de la misma edad. Esos síntomas deben durar al menos 6 meses para que se pueda diagnosticar el TDAH (“TDAH: Guía de tratamiento para padres”, s.f.).
El tratamiento del TDAH con mayor aval científico incluye fármacos, reeducación pedagógica y entrenamiento a padres en el manejo de los comportamientos alterados de su hijo. Estos tres aspectos siempre se adaptan a las características del paciente, de forma que al final es un "traje a medida". Además de esto se debe proceder a evaluar por parte del profesional el tratamiento del TDAH realizando los cambios necesarios para que la adaptación al paciente sea perfecta o lo más próximo a ella, ya que cada paciente presenta unos síntomas y en un grado diferente. O al menos, debería ser así (Cantó, 2013).
Tras esta introducción y contextualización del TDA-H pasaremos a la argumentación de por qué no se debe emplear la medicación como único, y recalcamos único, recurso. A continuación se darán tres razones por las que no se debe medicar el TDA-H en exceso:
1.     El diagnóstico del TDAH es incierto. Con frecuencia escuchamos que: “Hay que hacer un buen diagnóstico, con todas las pruebas y exámenes neurológicos correspondientes para que haya certeza y el diagnóstico sea fiable”. Hasta este momento, no existe ninguna prueba ni neurológica, ni endocrina, ni un estudio de imágenes, ni un examen de laboratorio que nos confirme que un niño (ni un adulto) tiene TDA-H al cien por cien. Ante un diagnóstico incierto y confuso no se debe optar por medicar a los niños sin probar antes otras alternativas.

2.
 En segundo lugar están los posibles efectos secundarios. Respecto a la Atomoxetina, el laboratorio que la produce señala que 4 de cada 1.000 niños que ingieren esta droga puede llegar a tener ideas suicidas. A consulta psicológica llegan niños con ideas suicidas o con rasgos de depresión generados por este medicamento. También puede provocar náuseas, reducción del apetito y pérdida de peso. Algunos niños se quejan de mareos o irritabilidad leve durante el día cuando toman este medicamento; sin embargo, por lo general estos efectos secundarios desaparecen luego del primer mes de tratamiento. Con el Metilfenidato que es una de las drogas más utilizadas en el tratamiento del TDAH ocurre que es una anfetamina, fármaco potencialmente adictivo. Todos los fármacos utilizados para el TDA además, pueden producir otros efectos secundarios como dolor de estómago, inapetencia, trastornos en el crecimiento, tics,etc.

3.
 Existen terapias alternativas que pueden brindar amplios beneficios a los niños con TDA, entendiendo por Terapias Alternativas todas aquellas intervenciones que, a través de agentes primarios no químicos pretenden mejorar la calidad de vida de personas tanto sanas como con algún diagnóstico de disfuncionalidad. Entre estas terapias pueden señalarse: bioterapia, reeducación conductual, terapia cognitivo-conductual, terapia visual, terapia auditiva, terapia de reorganización neurológica, etc. Cada niño recibirá la terapia correspondiente de acuerdo a los resultados de la evaluación psicológica practicada.
Las terapias alternativas funcionan. Antes de empezar a tratar a un niño es indispensable practicar una evaluación psicológica exhaustiva que refleje las áreas de disfuncionalidad y/o inmadurez del niño, y sobre esa base se sugerirán cuáles son las terapias correspondientes (
Cardo & Servera, 2008).

Sólo el 15% de los que padecen este trastorno están diagnosticados. Pero no todos los niños que se “mueven mucho” lo son. Mientras unos especialistas recomiendan que se les medique, otros aseguran que a menudo la solución está en la familia, en cambiar costumbres. En el otro lado están los padres, temen el efecto rebote del tratamiento o que se habitúen a él. Aún así, el diagnóstico se hace tarde, al final de educación primaria o en la explosión de la adolescencia, cuando el fracaso escolar ha hecho su aparición y la autoestima se tambalea. El TDAH es lo que hace años se denominaba disfunción cerebral mínima y afecta a cerca del 6% de la población infantil (los adultos también lo sufren, pero no lo manifiestan de un modo tan evidente). Hace unas décadas, los casos leves sólo merecían la etiqueta de traviesos o torpes. Hoy se ha convertido en un problema prevalente en las consultas de neurología infantil. En algunos casos el niño lo pasa mal en el colegio, tanto en el aula como con sus compañeros, y se ve estigmatizado. No todo niño movido sufre hiperactividad. Hay niños considerados vagos y metepatas que sí lo son sin saberlo. Al igual que hay chavales diagnosticados que no siempre reciben medicación. Sus padres se resisten a darles la pastilla (De La Fuente, 2008).
El diagnóstico requiere una labor de interpretación. No hay que precipitarse. Pero si la medicación ayuda al pequeño a estar mejor en su entorno escolar y social no hay discusión. Los niños no tienen por qué ser valientes y superar sus problemas solos. La medicación empleada para el TDAH no tiene como misión relajar a estos niños, sino ayudarles a centrar su atención y a controlar su impulsividad. El metilfenidato (un derivado anfetamínico) incrementa la disponibilidad de la dopamina, un neurotransmisor relacionado con la concentración y el aprendizaje. Se piensa, además, que los psicoestimulantes actúan de un modo distinto en los hiperactivos y no potencian en ellos la excitabilidad, sino la concentración. En este sentido, las bebidas de cola y el café, sin excesos, se consideran ocasionales ayudas (De La Fuente, 2008).
La medicación, por sí sola, no basta. Debe completarse con un tratamiento psicológico basado en técnicas cognitivo-conductuales, que incluye pautas a padres y a colegios para facilitar el aprendizaje de autocontrol que necesitan estos niños. Se ha demostrado que los tratamientos psicosociales (o conductuales) por sí solos, como la orientación social o las terapias individuales, no son tan efectivos como los medicamentos para el tratamiento de los síntomas principales del TDAH. Sin embargo, se puede recomendar un tratamiento conductual por sí solo como tratamiento inicial si los síntomas del TDAH son leves, si el diagnóstico del TDAH es incierto o si los familiares prefieren este tipo de tratamiento (“TDAH: Guía de tratamiento para padres”, s.f.).
Ya sea que su hijo tome o no medicamentos, los tratamientos conductuales pueden ayudar a controlar los síntomas del TDAH y reducir sus efectos sobre el niño. Un estudio demostró que es posible reducir la dosis de medicamentos si la terapia conductual funciona. Para muchos padres, la mejor manera de aprender cómo usar esas técnicas es trabajar con un terapeuta que tenga experiencia en problemas de conducta. La mayoría de los médicos recomiendan que los padres y los tutores asistan a clases para padres, especialmente las que se concentran en el control de los niños que padecen TDAH (De La Fuente, 2008).
Los padres deben convertirse en expertos en el tema y aprender estrategias para reducir la impulsividad y ayudarles a aumentar la atención. Podría decirse que "los fármacos serían el abono, y la intervención psicopedagógica, la labor de siembra" (De La Fuente, 2008).
La teoría es ésa, pero hay padres que se atormentan y dudan si sus hijos serán de verdad hiperactivos. Temen, además, que la medicación genere adicción y temen que sus hijos se acostumbren a apoyarse en “muletas” químicas desde edades tan tempranas (“TDAH: Guía de tratamiento para padres”, s.f.).
Para finalizar este artículo se plasmarán las conclusiones que se pueden deducir de la lectura y que se invita al lector tome en consideración:
-       El diagnóstico debe ser hecho por un profesional ya que no toda conducta disonante es causa del TDA-H. De serlo, es el profesional (médico-psiquiatra) el que debe valorar el grado de este trastorno antes de tomar cualquier medida, implique medicación o no.
-       La medicalización del menor por TDA-H, diagnosticado o no, es un riesgo ya que es una medicación muy agresiva para un huésped tan pequeño como es un niño. Los medicamentos que se usan vienen derivados de las anfetaminas, lo que puede provocar, en el menor, efectos secundarios muchas veces irreversibles.
-       Hay más alternativas a la medicación. No se pretende defender la nula medicalización en el tratamiento del TDA-H, ya que hay casos que es el único remedio.
-       La medicación, sin excesos, es imprescindible para el tratamiento del TDAH pero el tratamiento eficaz y efectivo de este trastorno debe combinar una medida medicación con una intervención psicológica y conductual. De esa forma, la intervención será doblemente efectiva.

Bibliografía
American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, & American Psychiatric
Association, (s.f.). TDAH: Guía de tratamiento para padres, 18.
Banús, S. (2013). Psicodiagnosis.es: Psicología infantil y juvenil. TDAF. Extraído el 18
de Marzo de 2013 desde http://www.psicodiagnosis.es/areaclinica/trastornosde
conducta/trastornodeficitatencionconhiperactividad/default.php
Cantó, J. T. (2013). TDAH: Un problema que afecta al niño y a su entorno durante todo
el día. Extraído el 18 de Marzo de 2013 desde http://www.trastornohiperactivi
dad.com/que-es-tdah
Cardo, E., & Servera, M. (2008). Trastorno por déficit de atención/hiperactividad:
estado de la cuestión y futuras líneas de investigación. FAROS Sant Joan de
Déu. Extraído el 20 de Marzo de 2013 desde http://www.faroshsjd.net/adjuntos/
130.1-tdha.pdf
Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos, Instituto Nacional
de Salud Mental. (s.f.). Trastorno de déficit de atención e hiperactividad. Extraído el 19 de Marzo de 2013 desde http://www.nimh.nih.gov/health/publi
cations/espanol/trastorno-de-d-ficit-de-atenci-n-e-hiperactividad/adhd_book
let_spanish_cl508.pdf
De La Fuente, I. (2008, Enero 08). Niños condenados a ser perfectos. El País. Extraído
el 19 de Marzo de 2013 desde http://elpais.com/diario/2008/01/08/sociedad/11
99746801_850215.html



























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