jueves, 15 de septiembre de 2011

Cuando una puerta se cierra, otra se abre

En estas últimas semanas han pasado muchas cosas en mi vida. He podido disfrutar de eventos increíbles (como una campaña evangelística en Cambridge con mi gran amigo Rubén Bores y mi paciente y querido hermano Ismael Buch), he podido conocer a gente que de alguna manera ha marcado mi carácter y ha regalado nuevas perspectivas a la hora de enfrentarme a diferentes situaciones, pero sobre todo he podido ver como Dios ha estado cerca de mí. No lo digo por decir, no pretendo llenar esta reflexión de “tópicos”, lo digo porque he podido ver muy de cerca como Dios ha estado actuando en mi vida.

Tras la campaña de Cambridge, varias áreas de mi vida fueron tocadas y al aterrizar de nuevo en la rutina madrileña, que me persigue día a día, muchos de esos cambios trajeron nuevas incógnitas y expectativas, cosa que no me preocupaba ya que confiaba en que Dios iría contestando. Durante ese periodo de espera para ver mis oraciones contestadas yo decía una y otra vez en oración: “Tengo paz porque va a venir de ti y no me importa si es algo que yo quiero con tal de que sea lo que tú quieras para mí”. Y así ha sido hasta hace unos días.

Oré por dirección académica (si debía estudiar o no un máster para ampliar mi formación) y vi claro que debía continuar mi formación a pesar del coste que supone un máster (4.000€ concretamente). Necesitaba el dinero y oré para que Dios me mostrara como pagar todo ese dinero o me enseñara que debía hacer mientras estudiaba, y me regaló un trabajo como Trabajador Social en una asociación cristiana (QUE GRANDE ES EL SEÑOR)(Y aun que no me lo hubiera dado también lo pensaría). Pero referente a otro motivo/asunto que puse en oración recibí una contestación que no quería y entonces llegó el batacazo. Es raro, me sentí muy frustrado, justo la cosa en la que había puesto más ilusión es la única que no sale conforme yo quería. No sólo frustrado sino dolido. Que sensación más extraña, un autentico duelo entre lo emocional y lo espiritual. Estas últimas semanas de mi boca solo ha salido frases como: “Dios proveerá”, “Si Dios no quiere yo lo aceptaré sin problemas”. Evidentemente, lo que Dios no quiso me afectó, pero el otro día, haciendo un devocional, topé con un texto que nunca había leído.

2ª Reyes 5: 1-14 habla sobre la historia de Naamán y de cómo espera recibir una cosa que luego no era como él esperaba. El profeta le explica que debe hacer para sanar su lepra pero él se va triste porque no era como él esperaba. ¿Por qué triste? ¿No vas a sanar? ¿Qué más quieres?

Muchas veces nos encontramos en situaciones en las que nos confronta nuestros propios deseos y ambiciones. Muchas veces lo que queremos no es lo que Dios quiere para nosotros. A mi modo de ver, Dios no se encapricha diciendo “esto para ti, esto para ti no”. Es mucho más que eso. Debemos estar firmes y alegres porque Dios está contestando y abriendo y cerrando puertas para que nosotros andemos con facilidad. Ya sea un trabajo, una operación, cualquier cosa, todo tiene un propósito y Dios lo hace porque es lo mejor para nosotros. No seamos como Naamán y nos enfademos porque no obtenemos lo que merecemos. Es verdad, somos humanos, no sé si por suerte o por desgracia, y es imposible negar que muchas veces nuestras emociones/sentimientos nos martirizan, es imposible ignorar que algo sucede. Pero debemos pensar que hay un propósito para cada cosa que ocurre. ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a ignorar lo que Dios te está mostrando? (2ª Reyes 5:13).

Adéntrate en lo más profundo del camino que Dios quiere para ti. Vale, no siempre es como nos gusta, pero espero animarte cuando te digo que es momentáneo, porque Dios cierra una puerta y abre otra. Sumérgete y bucea en las aguas que Dios quiere para ti y no te ahogues en tus propias emociones. (2ª Reyes 5:14)

Puede que pienses que escribo esto porque he alcanzado esa etapa en que cuando se cierra una puerta no importa en absoluto, pues te equivocas amigo. A veces, uno debe de escribir y leerlo para empezar a tomar conciencia de eso.

Bendiciones gente

domingo, 22 de mayo de 2011

Vive la oración

Llevo mucho tiempo sin escribir, no es por falta de ideas ni tampoco porque no me pase nada por la cabeza, sino por falta de tiempo. Pero llevo un tiempo pensando en tantas cosas que no podría expresarlas del todo bien escribiéndolas. Siendo esto así, y viendo el día a día lo que pasa en el mundo, me nace la necesidad de escribir sobre esto.

Estos días atrás he estado leyendo un libro (el cual aún no he acabado) titulado Fuego Vivo, Viento Fresco. Este libro me ha hecho reflexionar a cerca de la oración pero, sobre todo, a cerca de la relevancia que tenemos como cristianos en la sociedad actual. Este libro habla sobre el crecimiento de la Iglesia del pastor y autor del libro, y me impresiona leer como Dios hace grandes cosas cuando hay grandes convicciones. Quiero recalcar, cuando digo convicciones, que este término tiene su gran significado, aun que se lo otorgue yo, en la parte que corresponde a aplicación diaria. Me explico. Si tienes unas convicciones firmes es de recibo que apliques lo que crees y defiendes a tu vida. ¿Somos hipócritas al defender algo que no creemos pero que no vivimos?

No quiero encaminar esta reflexión hacia el testimonio a los demás etc., quiero orientarlo a creer y vivir lo que Dios hace por tí y por mí. Las promesas de Dios serán cumplidas, por eso son promesas.

Quiero sólo dejar una cosa clara: Dios hace más de lo que creemos. Cuando escribo esto, no lo hago desde la experiencia ya que no he alcanzado el concepto que quiero trasmitir. Si creemos que Dios puede proveer, CREE que lo hará, porque lo hará. Dios se goza en la oración de su pueblo, pero una oración con fe, y no una oración que deja entrever la posibilidad de que Dios lo hará o alomejor no lo hará. A veces oramos como auto convenciéndonos y pidiendo con mucha simpleza pensando en que como alomejor no lo hace, la oración que proclame será más como un enunciado protocolario, si viene pues genial, sino pues nada.

OJO! No digo que todo lo que pidas Dios te lo concederá porque su voluntad es perfecta y no siempre es de nuestro agrado. Pero una oración de fe es poderosa, y Dios proveerá. Que Dios te conceda las peticiones no depende de ti, sino de Él. Mientras tanto, muéstrate ante Él pensando no en que puede hacer, sino en que lo HARÁ, siempre conforme a su voluntad.

Vive tu fe por medio de la oración.

Que Dios os bendiga