Abstract: El TDA-H es, a día de hoy, uno de los
trastornos más presentes en el campo de la infancia, y más concretamente
en el ámbito educativo, ya que el número de casos se ha incrementado por 10 en
los 5 últimos años (“Trastorno de déficit de atención e hiperactividad”, s.f.).
Sin embargo, el tratamiento que demanda esta enfermedad se limita, en muchos
casos, a una excesiva medicación de los niños que la padecen (De La Fuente,
2008). El objetivo de este artículo no es enjuiciar o sentenciar tal
medicalización, sino invitar al lector a reflexionar sobre la
posibilidad de un tratamiento que combine la medicalización con psicofármacos,
siempre necesaria, con una intervención psicosocial (De La Fuente, 2008).
Palabras clave: Infancia, TDA-H, Medicación,
Psicofármacos, Efectos Secundarios, Alternativa, intervención.
El problema que se quiere plantear
en este artículo nace de la preocupación que despierta la excesiva
medicalización de los menores que padecen TDA-H o que, según el diagnóstico, lo
padecen. El problema que se quiere poner de manifiesto es que la ingente
cantidad de medicamentos que se dan a los niños con TDA-H genera en ellos unos
efectos secundarios, en ocasiones irreversibles, que lejos de mejorar la salud
del menor lo convierte en un dependiente a los psicofármacos. Los efectos
secundarios pueden llegar a conseguir el fallecimiento del menor. Se quiere
hacer saber al lector que el diagnóstico del TDA-H es algo serio que debe ser
diagnosticado por un especialista y no por un familiar, conocido o profesor. Además,
lo que se quiere trasladar al lector no es que no haya que medicar a los
menores, ya que hay casos en los que se requiere de forma inminente, si no que
se quiere hacer consciente al lector del riesgo de la medicalización desmedida
y hacer hincapié en que una buena intervención para tratar el TDA-H necesita de
una combinación entre la medicación y tratamientos psicosociales y
conductuales.
Como parte de las antecedentes,
este artículo se enmarca dentro de TDA-H. Para poner al lector en situación
necesitaremos brevemente una descripción de esta enfermedad, describiendo sus
síntomas, causas y cuál es, actualmente, su tratamiento por excelencia.
El TDAH (Trastorno
por Déficit de Atención con Hiperactividad) es un trastorno en el que
intervienen tanto factores genéticos como ambientales. El TDAH es
un trastorno de conducta que aparece en la infancia, y que se suele empezar a
diagnosticar en torno a los 7 años de edad aunque en algunos casos este
diagnostico se puede realizar de una manera más precoz. Se manifiesta como un
aumento de la actividad física, impulsividad y dificultad para mantener la
atención en una actividad durante un periodo de tiempo continuado. Además de
esto hay niños en los que se observan a su vez problemas de autoestima debidos
a los síntomas propios del TDAH y que
los padres no suelen asociar a dicho trastorno. A su vez, el TDAH se
puede asociar con frecuencia a otros problemas, y sus consecuencias se
aprecian en distintos ambientes de la vida del niño, no solo el escolar, sino
que también afecta en gran medida a las relaciones interpersonales tanto con la
familia, como con otros niños y con sus educadores, siendo estas
interrelaciones clave en el desarrollo del niño (Cantó,
2013).
Según la clasificación
norteamericana de enfermedades psiquiátricas DSM-IV, no todas las personas que
padecen TDAH tienen
el mismo cuadro clínico. En algunas de ellas predominan los síntomas de TDAH de
inatención, en otras los de hiperactividad e impulsividad, y en otras hay
problemas tanto atencionales como de hiperactividad e impulsividad (lo que se
conoce como TDAH combinado
o mixto). Es decir, el TDAH se
puede desglosar en varios subtipos, dependiendo de qué grupo de síntomas
predominen. (Cantó, 2013)
Estas variantes son conocidas
como "subtipos del TDAH". De todos ellos el más frecuente es el combinado, seguido del predominantemente
hiperactivo-impulsivo. El subtipo predominantemente inatento es el menos frecuente de ellos, y se da más
en niñas que en niños, frente a los otros cuadros clínicos que se detectan más
en niños que en niñas. Es decir, debido a que los síntomas de inatención son
más sutiles, se detectan menos y provocan que el diagnóstico de TDAH en
niñas/adolescentes tarde más en realizarse o, en muchos casos, pase inadvertido
(Cantó, 2013).
En cuanto a las
causas, a día de hoy, la causa última (biológicamente hablando) del TDAH es desconocida. Sin embargo,
de lo que cada vez se tienen más evidencias es de qué se trata de un trastorno
heterogéneo, multifactorial, del cual parece improbable encontrar una
única causa del TDAH. Los
conceptos iniciales que lo definían como "daño cerebral mínimo" han
evolucionado gracias a estudios de neurobiología y fisiopatología, neuroimagen
y genética para buscar la causa
del TDAH. Del mismo modo, aunque los factores psicosociales no se
consideran actualmente como la principal causa del TDAH, el estudio de las disfunciones familiares
existentes en niños con esta patología ha revelado que también estos factores
tienen un importante papel en el desarrollo de los síntomas, en la aparición de
otros problemas frecuentemente asociados al TDAH, y por lo tanto en el diseño
de los tratamientos (“Trastorno de déficit de atención e hiperactividad”, s.f.).
En cualquier
caso, debe descartarse como origen o causa del TDAH a los padres del niño o sus métodos educativos. Las
explicaciones centradas en la inexistencia del TDAH y su justificación mediante
la culpabilización de los padres deben ser descartadas de una vez por todas
como causa del TDAH,
señalando además que en demasiadas ocasiones han llevado a diagnósticos
tardíos, lo que conlleva una peor respuesta al tratamiento. No hablamos de un
problema social ni de mala educación, ni de características particulares de
ciertos niños a los que "se le van a pasar con la edad", sino de un
trastorno concreto, con características clínicas y que en la
actualidad se puede tratar adecuadamente mediante un abordaje
adecuado. (Cantó, 2013)
Es decir, aunque
de momento no existe un solo concepto que podamos señalar como causa del TDAH, las evidencias de que
se trata de un problema neurobiológico, con una heredabilidad muy alta y sobre
el que los datos de neuroimagen y genética cada vez están aportando mayor
información, hacen que no se pueda considerar como la causa del TDAH una mala educación de los niños o el haber
crecido en un ambiente inadecuado (“Trastorno de déficit de atención”, s.f.).
Como causa
genética podemos indicar que el coeficiente de heredabilidad del TDAH es de
0,76, esto quiere decir que si un niño tiene TDAH, el 76% de la causa de TDAH es genética, es
decir, no significa que si los padres tiene TDAH, exista un 76% de probabilidad
de que su hijo tenga TDAH. Los factores genéticos en el TDAH se han demostrado
en los estudios familiares realizados con muestras clínicas que han encontrado
entre los padres de niños con TDAH un riesgo entre 2 y 8 veces superior al de
la población normal de padecer ellos mismos el trastorno. Recíprocamente, el
riesgo calculado para un niño de sufrir el trastorno si uno de los padres lo
padece es del 57%. En los estudios de adopción, los hermanos no biológicos de
niños con TDAH tienen menos riesgo de presentar el trastorno que los hermanos
biológicos. Los estudios de gemelos señalan una concordancia del trastorno del
50% al 80% en gemelos idénticos frente a un 29-33% en gemelos no idénticos. Con
estos datos podemos observar la relación existente entre genética y TDAH y
señalar, por tanto, la genética como una de las causas del TDAH. (Cantó, 2013)
Así, parece que
gran parte de la varianza del rasgo hiperactividad-impulsividad (70-90%) se
debe a causas genéticas del TDAH, pudiendo incrementarse
dicha contribución cuanto más extrema sea la manifestación clínica de dicho
rasgo. Los estudios de genética molecular han relacionado el trastorno
fundamentalmente con varios genes en diferentes cromosomas y sus variaciones en
el número de copias, por lo que se puede decir que una de las principales causas del TDAH es la genética
(Banús, 2013).
Tal y como cita Tomás J. Cantó
(2013), los síntomas principales son:
•No
atiende a los detalles, comete errores.
• Tiene dificultad para mantener la atención en las actividades que está realizando.
• Parece que no escucha “ensimismamiento”.
• No sigue instrucciones, no termina las tareas.
• Tiene dificultad para organizarse.
• Evita tareas que requieren esfuerzo de concentración continuado.
• Olvida y pierde cosas necesarias para su actividad.
• Se distrae fácilmente con estímulos externos.
• Se olvida de las tareas diarias.
• Tiene dificultad para mantener la atención en las actividades que está realizando.
• Parece que no escucha “ensimismamiento”.
• No sigue instrucciones, no termina las tareas.
• Tiene dificultad para organizarse.
• Evita tareas que requieren esfuerzo de concentración continuado.
• Olvida y pierde cosas necesarias para su actividad.
• Se distrae fácilmente con estímulos externos.
• Se olvida de las tareas diarias.
Además debemos de
tener en cuenta que se pueden presentar síntomas de TDAH combinado, es decir, de
hiperactividad-impulsividad y de falta de atención. En resumen, los síntomas de TDAH tienen que ser
múltiples, en diversos ámbitos y que supongan una pérdida de funcionalidad de
la persona para que se pueda realizar un diagnóstico de TDAH (“Trastorno de
déficit de atención”, s.f.).
La mayoría de los
casos de TDAH se diagnostican durante los primeros años escolares. Los niños a
quienes se les diagnostica TDAH presentan síntomas que afectan su capacidad de
comportarse como otros niños de la misma edad. Esos síntomas deben durar al
menos 6 meses para que se pueda diagnosticar el TDAH (“TDAH: Guía de
tratamiento para padres”, s.f.).
El tratamiento del TDAH con mayor aval científico incluye fármacos, reeducación
pedagógica y entrenamiento a padres en el manejo de los comportamientos
alterados de su hijo. Estos tres aspectos siempre se adaptan a las
características del paciente, de forma que al final es un "traje a
medida". Además de esto se debe proceder a evaluar por parte del
profesional el tratamiento del TDAH realizando los cambios necesarios para que la adaptación al
paciente sea perfecta o lo más próximo a ella, ya que cada paciente presenta
unos síntomas y en un grado diferente. O al menos, debería ser así (Cantó,
2013).
Tras esta
introducción y contextualización del TDA-H pasaremos a la argumentación de por
qué no se debe emplear la medicación como único, y recalcamos único, recurso. A
continuación se darán tres razones por las que no se debe medicar el TDA-H en
exceso:
1. El diagnóstico del TDAH es incierto. Con frecuencia
escuchamos que: “Hay que hacer un buen diagnóstico, con todas las pruebas y
exámenes neurológicos correspondientes para que haya certeza y el diagnóstico
sea fiable”. Hasta este momento, no existe ninguna prueba ni neurológica, ni
endocrina, ni un estudio de imágenes, ni un examen de laboratorio que nos
confirme que un niño (ni un adulto) tiene TDA-H al cien por cien. Ante un
diagnóstico incierto y confuso no se debe optar por medicar a los niños sin
probar antes otras alternativas.
2. En segundo lugar están los posibles efectos secundarios. Respecto a la Atomoxetina, el laboratorio que la produce señala que 4 de cada 1.000 niños que ingieren esta droga puede llegar a tener ideas suicidas. A consulta psicológica llegan niños con ideas suicidas o con rasgos de depresión generados por este medicamento. También puede provocar náuseas, reducción del apetito y pérdida de peso. Algunos niños se quejan de mareos o irritabilidad leve durante el día cuando toman este medicamento; sin embargo, por lo general estos efectos secundarios desaparecen luego del primer mes de tratamiento. Con el Metilfenidato que es una de las drogas más utilizadas en el tratamiento del TDAH ocurre que es una anfetamina, fármaco potencialmente adictivo. Todos los fármacos utilizados para el TDA además, pueden producir otros efectos secundarios como dolor de estómago, inapetencia, trastornos en el crecimiento, tics,etc.
3. Existen terapias alternativas que pueden brindar amplios beneficios a los niños con TDA, entendiendo por Terapias Alternativas todas aquellas intervenciones que, a través de agentes primarios no químicos pretenden mejorar la calidad de vida de personas tanto sanas como con algún diagnóstico de disfuncionalidad. Entre estas terapias pueden señalarse: bioterapia, reeducación conductual, terapia cognitivo-conductual, terapia visual, terapia auditiva, terapia de reorganización neurológica, etc. Cada niño recibirá la terapia correspondiente de acuerdo a los resultados de la evaluación psicológica practicada.
Las terapias alternativas funcionan. Antes de empezar a tratar a un niño es indispensable practicar una evaluación psicológica exhaustiva que refleje las áreas de disfuncionalidad y/o inmadurez del niño, y sobre esa base se sugerirán cuáles son las terapias correspondientes (Cardo & Servera, 2008).
2. En segundo lugar están los posibles efectos secundarios. Respecto a la Atomoxetina, el laboratorio que la produce señala que 4 de cada 1.000 niños que ingieren esta droga puede llegar a tener ideas suicidas. A consulta psicológica llegan niños con ideas suicidas o con rasgos de depresión generados por este medicamento. También puede provocar náuseas, reducción del apetito y pérdida de peso. Algunos niños se quejan de mareos o irritabilidad leve durante el día cuando toman este medicamento; sin embargo, por lo general estos efectos secundarios desaparecen luego del primer mes de tratamiento. Con el Metilfenidato que es una de las drogas más utilizadas en el tratamiento del TDAH ocurre que es una anfetamina, fármaco potencialmente adictivo. Todos los fármacos utilizados para el TDA además, pueden producir otros efectos secundarios como dolor de estómago, inapetencia, trastornos en el crecimiento, tics,etc.
3. Existen terapias alternativas que pueden brindar amplios beneficios a los niños con TDA, entendiendo por Terapias Alternativas todas aquellas intervenciones que, a través de agentes primarios no químicos pretenden mejorar la calidad de vida de personas tanto sanas como con algún diagnóstico de disfuncionalidad. Entre estas terapias pueden señalarse: bioterapia, reeducación conductual, terapia cognitivo-conductual, terapia visual, terapia auditiva, terapia de reorganización neurológica, etc. Cada niño recibirá la terapia correspondiente de acuerdo a los resultados de la evaluación psicológica practicada.
Las terapias alternativas funcionan. Antes de empezar a tratar a un niño es indispensable practicar una evaluación psicológica exhaustiva que refleje las áreas de disfuncionalidad y/o inmadurez del niño, y sobre esa base se sugerirán cuáles son las terapias correspondientes (Cardo & Servera, 2008).
Sólo el 15% de
los que padecen este trastorno están diagnosticados. Pero no todos los niños
que se “mueven mucho” lo son. Mientras unos especialistas recomiendan que se
les medique, otros aseguran que a menudo la solución está en la familia, en
cambiar costumbres. En el otro lado están los padres, temen el efecto rebote
del tratamiento o que se habitúen a él. Aún así, el diagnóstico
se hace tarde, al final de educación primaria o en la explosión de la
adolescencia, cuando el fracaso escolar ha hecho su aparición y la autoestima
se tambalea. El TDAH es lo que hace años se denominaba disfunción cerebral
mínima y afecta a cerca del 6% de la población infantil (los adultos también lo
sufren, pero no lo manifiestan de un modo tan evidente). Hace unas décadas, los
casos leves sólo merecían la etiqueta de traviesos o torpes. Hoy se ha
convertido en un problema prevalente en las consultas de neurología infantil.
En algunos casos el niño lo pasa mal en el colegio, tanto en el aula como con
sus compañeros, y se ve estigmatizado. No todo niño movido sufre
hiperactividad. Hay niños considerados vagos y metepatas que sí lo son sin
saberlo. Al igual que hay chavales diagnosticados que no siempre reciben
medicación. Sus padres se resisten a darles la pastilla (De La Fuente, 2008).
El diagnóstico
requiere una labor de interpretación. No hay que precipitarse. Pero si la
medicación ayuda al pequeño a estar mejor en su entorno escolar y social no hay
discusión. Los niños no tienen por qué ser valientes y superar sus problemas
solos. La medicación empleada para el TDAH no tiene
como misión relajar a estos niños, sino ayudarles a centrar su atención y a
controlar su impulsividad. El metilfenidato (un derivado anfetamínico)
incrementa la disponibilidad de la dopamina, un neurotransmisor relacionado con
la concentración y el aprendizaje. Se piensa, además, que los psicoestimulantes
actúan de un modo distinto en los hiperactivos y no potencian en ellos la
excitabilidad, sino la concentración. En este sentido, las bebidas de cola y el
café, sin excesos, se consideran ocasionales ayudas (De La Fuente, 2008).
La medicación, por sí sola, no basta. Debe
completarse con un tratamiento psicológico basado en técnicas
cognitivo-conductuales, que incluye pautas a padres y a colegios para facilitar
el aprendizaje de autocontrol que necesitan estos niños. Se ha demostrado que
los tratamientos psicosociales (o conductuales) por sí solos, como la
orientación social o las terapias individuales, no son tan efectivos como los
medicamentos para el tratamiento de los síntomas principales del TDAH. Sin
embargo, se puede recomendar un tratamiento conductual por sí solo como
tratamiento inicial si los síntomas del TDAH son leves, si el diagnóstico del
TDAH es incierto o si los familiares prefieren este tipo de tratamiento (“TDAH: Guía de tratamiento para padres”, s.f.).
Ya sea que su hijo tome o no
medicamentos, los tratamientos conductuales pueden ayudar a controlar los
síntomas del TDAH y reducir sus efectos sobre el niño. Un estudio demostró que
es posible reducir la dosis de medicamentos si la terapia conductual funciona.
Para muchos padres, la mejor manera de aprender cómo usar esas técnicas es
trabajar con un terapeuta que tenga experiencia en problemas de conducta. La
mayoría de los médicos recomiendan que los padres y los tutores asistan a
clases para padres, especialmente las que se concentran en el control de los
niños que padecen TDAH (De La Fuente, 2008).
Los padres deben convertirse en
expertos en el tema y aprender estrategias para reducir la impulsividad y
ayudarles a aumentar la atención. Podría decirse que "los fármacos serían
el abono, y la intervención psicopedagógica, la labor de siembra" (De La
Fuente, 2008).
La teoría es ésa, pero hay
padres que se atormentan y dudan si sus hijos serán de verdad hiperactivos.
Temen, además, que la medicación genere adicción y temen que sus hijos se
acostumbren a apoyarse en “muletas” químicas desde edades tan tempranas (“TDAH: Guía de tratamiento para padres”, s.f.).
Para finalizar este artículo se plasmarán las
conclusiones que se pueden deducir de la lectura y que se invita al lector tome
en consideración:
- El
diagnóstico debe ser hecho por un profesional ya que no toda conducta disonante
es causa del TDA-H. De serlo, es el profesional (médico-psiquiatra) el que debe
valorar el grado de este trastorno antes de tomar cualquier medida, implique
medicación o no.
- La
medicalización del menor por TDA-H, diagnosticado o no, es un riesgo ya que es
una medicación muy agresiva para un huésped tan pequeño como es un niño. Los
medicamentos que se usan vienen derivados de las anfetaminas, lo que puede
provocar, en el menor, efectos secundarios muchas veces irreversibles.
- Hay
más alternativas a la medicación. No se pretende defender la nula
medicalización en el tratamiento del TDA-H, ya que hay casos que es el único
remedio.
- La
medicación, sin excesos, es imprescindible para el tratamiento del TDAH pero el
tratamiento eficaz y efectivo de este trastorno debe combinar una medida
medicación con una intervención psicológica y conductual. De esa forma, la
intervención será doblemente efectiva.
Bibliografía
American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, & American Psychiatric
Association, (s.f.). TDAH: Guía de tratamiento para padres, 18.
Banús, S. (2013). Psicodiagnosis.es: Psicología infantil y juvenil. TDAF. Extraído el 18
de Marzo de 2013 desde http://www.psicodiagnosis.es/areaclinica/trastornosde
conducta/trastornodeficitatencionconhiperactividad/default.php
Cantó, J. T. (2013). TDAH: Un problema que afecta al niño y a su entorno durante todo
el día. Extraído el 18 de Marzo de 2013 desde http://www.trastornohiperactivi
dad.com/que-es-tdah
Cardo, E., & Servera, M. (2008). Trastorno por déficit de atención/hiperactividad:
estado de la cuestión y futuras líneas de investigación. FAROS Sant Joan de
Déu. Extraído el 20 de Marzo de 2013 desde http://www.faroshsjd.net/adjuntos/
130.1-tdha.pdf
Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos, Instituto Nacional
de Salud Mental. (s.f.). Trastorno de déficit de atención e hiperactividad. Extraído el 19 de Marzo de 2013 desde http://www.nimh.nih.gov/health/publi
cations/espanol/trastorno-de-d-ficit-de-atenci-n-e-hiperactividad/adhd_book
let_spanish_cl508.pdf
De La Fuente, I. (2008, Enero 08). Niños condenados a ser perfectos. El País. Extraído
el 19 de Marzo de 2013 desde http://elpais.com/diario/2008/01/08/sociedad/11
99746801_850215.html